La escritura surgió de la necesidad que experimentaron las primeras sociedades por contabilizar y administrar sus propiedades.
La escritura es necesaria para expresar gráficamente ideas completas en relación con el sonido de la lengua hablada. Para ello, el ser humano fue confeccionando diferentes formas de representar las palabras y comenzó con los pictogramas, imágenes de las cosas tal como eran. Sus ejemplos más antiguos se conocieron en la Mesopotamia, Egipto y, más adelante, en China.
La escritura evolucionó hacia formas donde se buscaba la identificación de un sonido con un signo concreto. De esta forma surgieron los sistemas silábicos, donde cada palabra se descomponía en sílabas y, cada una de ellas estaba claramente marcada con su signo correspondiente. Es el caso, por ejemplo, de las escrituras del mundo mesopotámico (el sumerio del segundo milenio, representado con los signos cuneiformes), la cultura minoica (el llamado “lineal A” de Creta, del 2000 al 1500 antes de Cristo), del mundo micénico (el “lineal B”, una forma primitiva del griego antiguo, propio del Bronce Final, en el Egeo, del 1600 al 1100 antes de Cristo) o el silabario chipriota de los primeros siglos de la Edad de Hierro, en el Mediterráneo oriental.